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El obispo pide al papa la beatificación de Juan Vaccari, pionero de los siervos de la Caridad de Aguilar de Campoo


El pasado 3 de enero, el obispo de Palencia firmó el Edicto mediante el cual se introduce de manera oficial la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Hermano Juan Vaccari (1913-1971), religioso profeso de la Congregación de los Siervos de la Caridad (Guanellianos) y pionero de esta orden en Aguilar de Campoo. En el mismo se invita a todos los fieles a que proporcionen información y documentos útiles (manuscritos, cartas...) sobre la Causa y los envíen al Tribunal Diocesano de la Curia diocesana.

Hace un año, el Obispado de Palencia ya solicitó la población apoyo para recopilar información, recuerdos y testimonios sobre el hermano Juan Vaccari, religioso guaneliano, uno de los pioneros de los Siervos de la Caridad en Aguilar de Campoo. Esta congregación empezó su presencia en España en el año 1965 con un colegio apostólico en Aguilar de Campoo y siguen presentes con su Obra en la diócesis de Palencia. Juan Vaccari falleció el 9 de octubre de 1971, tras un accidente de coche a las puertas de Osorno. "Su memoria sigue siendo una bendición para nosotros y para la gente que le conoció", apuntaba el Obispado.

El próximo 9 de octubre se cumple el 50 aniversario de la muerte del hermano Juan Vaccari, un fraile guaneliano (Siervos de la Caridad). La señera figura del Hno. Juan será recordada el día 9 de octubre en Palencia, y el día 10 en Aguilar de Campoo. Estos actos pretenden ayudar a releer su andadura vital y su aventura espiritual.

Había nacido el 5 de junio de 1913 en Sanguinetto (Verona, Italia), en el seno de una familia numerosa de labradores. Su infancia se desarrolló en un ambiente de esfuerzo, sacrificio, duro trabajo y una fe recia que lo impregnaba todo. Tenía ya veinte años cuando entró en el seminario de los padres guanelianos, con la intención de hacerse sacerdote, pero se estrelló contra el muro de los estudios. Le propusieron hacerse hermano lego, pero él no quería ni oír hablar. Ya había decidido volver al pueblo y a los campos, cuando su director espiritual le espetó: “Y, si marchándote, perdieses tu alma”. Con la sencillez de un niño, y con la humildad de un esclavo, dijo: “Entonces, me quedo”. Ese instante cambió su vida.

De 1934 a 1950 le vemos en la cocina del seminario de Barza, donde se formaban los futuros guanelianos. Eran los años terribles de la guerra y la posguerra y a duras penas conseguía alimentos para cocinar algo. Tenía que ingeniárselas para hacer una sopa, unas patatas o unas albóndigas. En Barza, en medio de pucheros y cazuelas descubrió mil veces la Providencia de Dios y experimentó su bondad.

En 1950 su vida da un brusco giro. Es enviado a Roma como sirviente del cardenal Clemente Micara, Vicario del Papa Pío XII para la ciudad de Roma. De los humildes fogones de Barza a los espléndidos salones del Palacio de la Cancillería en Roma. El cardenal, al principio no supo ver la valía del hermano Juan, y le parecía que no estaba a la altura requerida en esos aposentos. Pero el hermano Juan, con su paciencia y con su obediencia se fue ganando el corazón de todos. Cuando Mons. Micara enfermó, Juan Vaccari permaneció a su lado sin quejarse y ofreciendo sus muchos sacrificios al Señor. Para el cardenal, fue enfermero, compañero de rezos, sirviente, confidente y consejero espiritual, hasta el momento de su muerte ocurrida en 1965.

Tras la muerte del cardenal, el hermano Juan llega a España, donde pasa sus últimos 6 años. Su misión: reclutar jóvenes por los pueblos de Castilla, Cantabria o Asturias para el nuevo Colegio que los guanelianos han abierto en Aguilar de Campoo. Una lengua no conocida, una tierra extranjera, las dificultades para hacerse entender... Pero su rostro bondadoso y afable, su capacidad para contagiar alegría con juegos y bromas, conquistaban a los niños que en él veían a un fraile bueno.

La muerte le llegó el 9 de octubre de 1971, en un accidente de carretera. Solo en ese momento, se pudo comprobar lo hondo que había calado su figura en religiosos, alumnos, familias, vecinos... El párroco de Aguilar, expresando en voz alta lo que muchos sentían, se atrevió a exclamar: “Hoy ha muerto un santo”. Su devoción a la Eucaristía, su amor por Jesús, María y José pregonaban la intensa vida espiritual que bullía en sus adentros. Medio siglo después de su muerte, su figura se agranda por momentos, su biografía sigue fascinando y sus escritos son leídos con provecho espiritual.

Cuando se abrió su testamento, pudieron leer estas palabras: “Si el día de mi muerte, encontraseis algunas monedas en mis bolsillos, os pido que compréis caramelos para los chicos con discapacidad”. Por ello, cada 9 de octubre, en el ámbito guaneliano se celebra el “Día de los Caramelos”. Un dulce recuerdo para un hombre que sembró alegría y bondad a manos llenas: el hermano Juan.

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