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Fallece Alejandro Díez Riol, pionero del montañismo y exalcalde de Cervera de Pisuerga

Ha fallecido Alejandro Díez Riol, uno de los padres del montañismo en Castilla y León y exalcalde de Cervera de Pisuerga, localidad en la que ha muerto a los 88 años. Así lo ha confirmado otro referente de las cumbres de la Montaña Palentina a través de sus redes sociales, Tente Lagunilla, que estaba impulsando con el Ayuntamiento un proyecto para recuperar su legado y evitar que se pierda la historia de los inicios de esta práctica en la comarca. 

Premiado por la Federación de Montaña de CyL en 2017 por toda su trayectoria, además de su actividad deportiva y política, Díez Riol también fue un divulgador de la montaña con obras escritas como 'Historia del Montañismo Pelentino', que recoge desde las primeras ascensiones al Espigüete en 1854 hasta momentos más actuales. El funeral tendrá lugar este sábado a las 18.00 horas en la iglesia parroquial de Cervera.

Miguel Ruiz Ausin, otro histórico de la Montaña Palentina, hacía recientemente esta reseña sobre el exalcalde de Cervera de Pisuerga en la página web del club Espigüete. Este es el fragmento íntegro:

Con 17 años participa en el Campamento Nacional de Montaña en Gredos. Organizado por el Frente de Juventud, es en el año 1950, y después de varias experiencias montañeras obtiene el título oficial de Montañero. Sería en el Campamento Nacional de Alta Montaña de Fuentes del Esla donde alcanzaría el título de Guía Montañero. Año 1952.

A nivel provincial, y como primicia del Montañismo palentino, se organiza el 1º Campamento Provincial de Alta Montaña en Cardaño de Arriba, entre los días 16 al 26 de Julio 1953. No existía carretera para llegar a Cardaño de Arriba. Los asistentes lo formaban dos Guías Montañeros -uno de ellos Alejandro-, y varios neófitos dirigidos todos por un tercer Guía procedente de Madrid. Suben Espigüete por la cresta Este-Oeste y descienden por la pedrera de la vía sur. Al día siguiente quieren hacer el Curavacas sin saber el recorrido más adecuado ni tener mapa alguno que les orientara, y suben por Las Lomas y Valmediano alcanzando el Alto de Calderón para acceder al collado del Ves, dando una tremenda vuelta innecesaria. Descienden a las lagunas del Ves donde montan el campamento con mucha niebla. Alejandro y otro compañero hacen una escapada hacia el Pozo Curavacas y conocen al Tío Vicente, lebaniego propietario de aquellos altos pastos y que da nombre a un chozo natural en la roca que ha servido de refugio en muchas ocasiones. En su regreso al campamento – ya noche cerrada-, la niebla les juega una mala pasada desorientándose y no será hasta después de mucho vagar por el terreno que localizan el campamento. Todos dormían.

Siguiente día, y a pesar de la niebla intentan ascender al Curavacas por la canal entre Hoya Contina (2392 m) y la Curruquilla (2361 m), alcanzando el alto y faldeando luego por la cara sur para llegar a lo que consideraron la cumbre sin serlo, ya que una abertura de la niebla les deja ver después una cumbre más alta por encima de su situación. Toman la decisión de seguir y atravesando el Portillo alcanzan el Pico Medio y luego ya la cumbre principal. Todo un éxito. Aunque al día siguiente estaba previsto ascender a Peña Prieta, por alguna razón se desistió y por la Hoya Contina y sus laderas pedregosas y cubiertas de brezos, descendieron a Cardaño de Arriba.

Estudia Magisterio como su padre y años más tarde, ya casado, se licenciaría en Filosofía y Letras. Aprueba las oposiciones a Magisterio sacando tan buen número que le permitía elegir una buena plaza. En su decisión para elegir destino prima más su afición y amor a la montaña que la seguridad de un cómodo lugar, y pide el pueblo de Polentinos, uno de los más altos de la provincia y adelantado en la Montaña Palentina, que el invierno cerraba por nieve en muchas ocasiones, y donde Alejandro esquiaba a veces por encima de los tejados dada la intensidad de las nevadas.

Polentinos se convertiría en punto de partida de escaladas en solitario al Pico Curavacas entre otros, en jornadas maratonianas de 16-18 horas para la aproximación, la ascensión y el regreso a Polentinos. Un recorrido era de Polentinos a la Horcada (1625 m), descenso al valle de Pineda y camino hasta el Pozo de Curavacas. Desde la “huerta grande” por un canalizo desconocido – era la Senda del Notario – hasta la Brecha Muerta. Dejando atrás ésta, se sale a la Llana por un segundo paso y luego la cumbre. Descenso hasta la Brecha Muerta y bajada aérea por la Pedrera Pindia, a pesar del riesgo de este descenso, alcanzando el puerto del Hospital, evitando así la gran vuelta que suponía bajar al Pozo de Curavacas y alcanzar el valle de Pineda por Los Escalones, para seguir hasta Polentinos.

En aquellos años en que residió Alejandro, sería este pueblo desde entonces conocido por los aficionados al montañismo como punto de partida a las altas montañas palentinas. El coche de línea llegaba solo hasta Cervera; desde aquí marcha hasta Polentinos donde esperaba impaciente la llegada de los montañeros y continuar hasta la montaña en jornadas largas y duras. Nadie disponía de coche y los accesos por la Ruta de los Pantanos o el Valle Estrecho eran infernales por caminos y carreteras de tierra.

Hace las Milicias Universitarias y el segundo año, estando en Polentinos, es llamado para incorporarse a la Agrupación de Transmisiones nº 5 de Zaragoza, era el 5 de Marzo de 1953. Nevaba en Polentinos. Coge los esquíes con la maleta a la espalda, para llegar a Cervera en medio de la ventisca y a través del monte, ya que estaba incomunicada por carretera. No tiene más remedio que seguir caminando con los esquíes hasta la estación de Aguilar de Campoo, en una marcha de más de 12 horas desde que sale de Polentinos.

En Zaragoza, en los Pirineos, hace cursos de vida sobre nieve y maniobras militares de montaña. Frecuenta el Club de Montañeros de Aragón donde destacaban por su arriesgada actividad Bescos, Rabadá y Navarro, que tienen puesta su atención en los Mallos de Riglos, en los que abren nuevas vías. Aprovecha su estancia subiendo al Aneto (3404 m) y otras cumbres.
Se equipa convenientemente para tener más autonomía con una tienda, una cuerda de 12 mm y 40 metros, saco de dormir de piel, una mochila y su ya inseparable máquina fotográfica. A partir de estos momentos comienza una actividad frenética, pues tiene urgencia en lograr las primeras ascensiones a las montañas palentinas.

Primera ascensión invernal, cara norte del Curavacas el día 5 de Febrero de 1955, con Mario Herreros y Felicísimo Cisneros, compañeros con los que compartiría muchas ascensiones.
Travesía de la Sierra de Peñalabra y Valdecebollas, en solitario el día 19 de Abril de 1955.
Vía Diagonal de la cara Nordeste del Curavacas, el día 5 de Junio de 1955, vía ésta en la que en Abril de 1957, encontrarían trágica muerte tres montañeros palentinos con los que Alejandro formaba cordada y a la que denominaban “Los Faquires”, episodio éste que tuvo una resonancia tan nefasta para el montañismo en Palencia, que vivía momentos de auge, que tuvieron que pasar algunos años hasta que volvió a surgir con fuerza renacida la afición al montañismo. La actividad montañera desde Palencia quedó reducida a la nada, pero en la provincia montañeros de Barruelo continuaron la actividad, a la que se sumó Alejandro en alguna ocasión, manteniéndose Polentinos como punto de partida.

En julio de 1957 Alejandro es llamado para asistir al XV Campamento Nacional de Alta Montaña celebrado en Andorra, por encima de Soldeu, recorriendo las cumbres del circo de Pessons y acompañado por Mario Herrero, siendo esta la última vez que saldrían juntos a la montaña.
En este punto, es de justicia y reconocimiento hacer notar la figura de Benito Iglesias Cueto, primer palentino en obtener el título oficial de Montañero, y como elemento imprescindible en todas las actividades montañeras que se organizaron desde Palencia capital en ésta época, motor impulsor de las mismas, y en las que también participó aportando además su carácter afable y su permanente disposición a servir y ayudar a los demás.

A partir del año 1958, un grupo de jóvenes aficionados a los que les afectó el parón del triste accidente empieza a reaccionar y encuentran en Alejandro el guía ideal para acometer varias ascensiones por distintas vías y en diferentes épocas del año, ascendiendo en repetidas ocasiones a Curavacas y Espigüete, creando un ambiente ilusionante y con interés por la actividad montañera.

Algunas prácticas montañeras, usos y nudos de la cuerda, rappel, etc., se hicieron en el Barredo viejo –Cristo del Otero-, en paredes verticales de tierra; se usaban clavijas de hierro de medio metro procedentes de la Fábrica de Armas, para que aguantaran por fuerza y longitud lo que no podían por sujeción en un medio tan inestable.

La actividad de Alejandro no se limitó exclusivamente al montañismo, ya que su afición al esquí que practicaba con virtuosismo le permitió participar en Campeonatos Provinciales y Nacionales donde siempre destacaba, aunque la falta de práctica marcara la diferencia con los que procedían de regiones donde se esquiaba con frecuencia y en pistas preparadas.

Un accidente de esquí le causaría lesiones que afectarían a la actividad montañera que había ejercitado durante tantos años, limitando ésta a esporádicas salidas al campo para seguir ampliando el magnífico trabajo sobre flores y plantas de la montaña palentina que ha confeccionado en un alarde científico, y que ha sido elogiosamente censurado por profesionales de la botánica.

Imposible glosar tan abundante actividad montañera en pocas líneas, esta limitación impuesta por el espacio puede ser suplida con creces leyendo sus obras escritas y publicadas –tiene cosas sin publicar. Una de ellas, la Historia del Montañismo Palentino, recoge desde las primeras ascensiones en 1854 a Espiguete por Casiano de Prado –geólogo-, las realizadas por comisiones militares para realizar el Mapa Topográfico de España, montando en las cumbres los vértices geodésicos, las ascensiones de Antonio de Valbuena y el Conde Saint Saud en los años 1886 y 1892, respectivamente, y así, de manera cronológica, el relato del acontecer deportivo en estas montañas, quedando documentalmente registradas todas aquellas actividades en las que él y otros montañeros contemporáneos participaron activamente tanto en verano como en invierno.

La otra obra a la que me refiero se titula “Montañas Palentinas”, un recorrido lleno de lirismo de los lugares más bellos de la montaña palentina. Aflora siempre en ellos una vena poética y sentimental, con un cierto poso de amargura porque no se sepa cuidar y preservar estos espacios virginales. En este trabajo están representadas como modelos de exultante belleza, cumbres, valles y recoletos lugares donde solo Alejandro, principalmente en invierno, ha tenido la oportunidad de llegar desde esa avanzadilla de que fueron para él Polentinos y posteriormente Cervera de Pisuerga, localidad ésta en la que vive actualmente y de la que llegó a ser Alcalde.

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